Frente a Arya, la vela esperaba. Ubicada cuidadosamente en el fuego Valyrio. Bastaba con prenderla… y correr.
Pero sus pies no se movían.
Sus dedos no obedecían.
El silencio la rodeaba.
La señal no había llegado.
Todo el plan giraba en torno a un único instante: la certeza. Y ahora, esa certeza se había desvanecido.
La ciudad sobre ella estaba colapsando. Un rugido de dragón herido. Un impacto. Fuego. Escombros. Silencio.
¿Era ahora?
¿Era tarde?
¿Demasiado pronto?
¿Estaban Jon y Daenerys vivos?
¿Había llegado el Rey de la Noche?
No tenía forma de saberlo.
Nadie lo sabía.
Solo ella.
Entonces, en medio de esa duda, lo escuchó.
Una voz.
Lejana.
Antigua.
Apenas un susurro, como si surgiera de las piedras mismas o de algún rincón enterrado de su memoria.
Sin tono.
Sin rostro.
Solo una frase.
"Quémalos a todos."
Por un instante, Arya se quedó inmóvil.
El corazón latiendo con fuerza.
La mente atrapada.
El eco la envolvía como humo entrando en una herida.
¿Era real?
¿Era suya?
¿La ciudad le hablaba?
¿O era el peso del miedo, del fuego, de la historia misma?
¿La locura del Rey Loco reapareciendo en una Stark?
¿Una advertencia?
¿Una orden?
Recordó el rostro de su padre.
Las palabras de Syrio.
La lista de nombres.
El camino recorrido.
Todo lo que había hecho.
Todo lo que había perdido.
Tal vez ese era el final.
Tal vez su destino no era sobrevivir, sino ser la mano que destruyera todo… para que otros vivieran.
Pero… ¿y si no era el momento?
¿Y si activaba la vela antes de tiempo?
¿Sería esta la oportunidad de vencer al Rey de la Noche?
Dio un paso hacia la vela.
Su mano temblaba.
"Solo hazlo."
"Hazlo y corre."
"Termina con esto."
Pero no lo hizo.
Cerró los ojos.
Respiró hondo.
No había certeza.
Y sin certeza… no podía arder nada más.
Tomó su arco.
Aseguró las flechas de vidriagón en su espalda.
Y comenzó a correr por los túneles.
El plan había fracasado.
O quizás no.
Tal vez aún no era el momento.
Tal vez aún quedaba una oportunidad para usar el fuego valyrio… pero no así.
No a ciegas.
No sin saber.
Si fallaba ahora, no habría una segunda vez.
Así que eligió esperar.
Elegir no destruirlo todo… también era una forma de pelear.